Después de la escuela, mi hijastra y yo a menudo nos encontrábamos en el sofá, perdidos en el abrazo de los demás.Nuestros labios bailaban en un ritmo tentador, encendiendo un fuego dentro de nosotros que solo nosotros podíamos extinguir.Sus labios deliciosos, la puerta perfecta al placer celestial que esperaba debajo de su delicada lencería.Cada centímetro de su cuerpo era un tesoro, una promesa de éxtasis que anhelaba explorar.Su atractivo juvenil, unido a su innegable belleza, hacía imposible resistirse a sus encantos.El pensamiento de ella montándome, su cuerpo moviéndose en ritmo con nuestra pasión compartida, era suficiente para volverme loca.Nues encuentros prohibidos fueron un testimonio de nuestro deseo insaciable, un baile de lujuria y amor que solo entendimos.Cada momento pasado con ella era un regalo, un sabor a cielo que sabía que nunca podría tener suficiente de.